Rediseñando el razonamiento estratégico
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“El problema de nuestro tiempo es que el futuro no es lo que solía ser”
Paul Valery
Un cambio es imperativo al afrontar la estrategia hoy día. Todo cambia, afortunadamente. El cambio produce oportunidades, pero también destruye otras. Hay que ser listo, y si la estrategia quiere ser lista, si quiere ser útil en los nuevos entornos, debe cambiar su enfoque, esto es, las personas que la estudian y la practican deben cambiar la forma en la que lo hacen. Me explicaré.
En el mundo estratégico existen, básicamente, dos enfoques distintos: a) dedicarnos a la investigación teórica, descubrir nuevos modelos de análisis y teorizar lo buenos que son o b) el aprendizaje de la experiencia, esto es, aplicar flexible y rigurosamente lo que se conoce para, de esta manera, llegar a nuevos modelos que nos ayuden. De las dos maneras se avanza. Adelanto que yo solamente creo en la segunda.
Si hablamos de negocios hablamos del mundo real, de personas, organizaciones, mercados reales. Nada es teórico aquí. Por lo tanto, una teoría, por muy bien diseñada que esté desde un punto de vista formal, si no se puede aplicar y produce resultados deseables no sirve de nada. Quizás un ejemplo sencillo nos aclare. Si soy un ejecutivo con un problema determinado no quiero ni necesito una persona que escriba un artículo académico desarrollando un modelo teórico de resolución del problema. Tampoco necesito que me cuente exactamente los modelos disponibles en un determinado campo del conocimiento. Lo que necesito es alguien que, con una sólida formación teórica, sepa aplicar perfectamente, en la vida real, lo que sea necesario para solucionar lo que sea. Se trata de resultados tangibles, no especulaciones teóricas. Si quiero aprender a montar en bicicleta o aprender a jugar al golf, ¿qué prefiero, una persona que me de clases teóricas de cómo empuñar el palo, de cómo colocar los pies en los pedales, o una persona que, habiéndolo hecho y sabiendo cómo lo hacen los mejores, se pone manos a la obra a aplicar en la práctica conmigo esos conocimientos fruto, no sólo de la formación teórica sino de la experiencia? La respuesta es muy evidente.
Hay que tener una vida extraordinaria, sí extraordinaria. Las personas y las organizaciones, extraordinaria. Lo ordinario es normal, abundante, se puede conseguir sin practicar la excelencia. La verdadera estrategia potencia a las personas y las organizaciones hasta cotas que no se habían planteado antes: conseguir más, mejor, con menos recursos, de manera más creativa y rigurosa. Consigue el máximo de todo y todos. La estrategia ayuda a tener una vida extraordinaria, la que todas las personas nos merecemos, la que todas las organizaciones pueden conseguir.
Por tanto, si la estrategia es algo teórico, formal, escrito en un documento muy bien presentado y nada más, no servirá de nada. Es más, provocará rechazo y frustración. Es crucial reconocer que, en general, muchas habilidades estratégicas no se practican de la forma correcta. Esto produce una falta de compromiso de los directivos con la estrategia, a la que juzgan de inútil (porque no saben de verdad lo que es). Es necesario un enfoque que prepare y equipe a los directivos con un conjunto nuevo de habilidades estratégicas, todas ellas prácticas, que les permitan sacar rendimiento a la estrategia y, al mismo tiempo, les apasione, le vean utilidad.
Reconozco, por tanto, que existen muchas críticas (yo soy el primero en hacerlo) acerca de la utilidad real de una estrategia, esa cosa etérea que nadie sabe muy bien lo que es. En la mayoría de las organizaciones no se tiene claro cuál es el verdadero valor añadido de una estrategia. Esto es muy serio y así les va a muchas.
Enrique Cortés Alonso, Ph.D.
Top Management Strategic Advisor